Génesis


Para un especial que "La Sombra del Ciprés" (el suplemento cultural de "El Norte de Castilla") quiere publicar en breve acerca de la reedición de La marcha, la periodista Angélica Tanarro me pide escribir algunas notas sobre la génesis del libro: [cuando empezaste el primer canto ¿tenías ya clara la idea de su continuidad o fue surgiendo con el tiempo?]; [¿entenderías el texto con la poesía sola, sin las notas al margen?]; [¿cómo ha sido la colaboración, si ha existido, con el Niño de Elche?]

...Estas notas, pues, dictadas por la gripe que estos días me tiene medio postrado y sin poder salir de casa. Por si son de utilidad a Angélica.



* * *

[] Creo recordar que existe una versión previa, de dos o tres cantos apenas esbozados, escrita en algún momento de 1991. Los antecede esta cita que he ido manteniendo al menos en tres de las cuatro ediciones del libro (cita que, por cierto, forma también parte de la base de algunas cosas que se mostrarán, a partir de febrero de 2017, en la exposición colectiva "Migración, exilio y colonialidad en el Estrecho" para el Centro Cibeles de Madrid, de la mano de uno de los lectores más hiptotizados por este libro-poema: el artista Isaías Griñolo). La cita de 1991 dice:

«El 80% de los habitantes del mundo está condenado a vivir en las zonas más empobrecidas de la tierra. Es como si dos trenes avanzaran a toda velocidad, frente a frente, por la misma vía. El choque está asegurado. Nadie duda a estas alturas que Europa y Norteamérica recibirán auténticas oleadas de emigrantes del Sur en busca de una vida más digna que les ha sido arrebatada. La mítica Gran Marcha, la columna de hombres, mujeres y niños del Tercer Mundo avanzando a pie hacia los países ricos del Norte con el fin de atravesar masivamente sus fronteras, ya se está produciendo. La represión es exhaustiva y organizada y los fusiles los están esperando, temerosos, desde hace tiempo».

Esa es precisamente la génesis del libro: la intuición de que el final de la guerra fría iría a hacer avanzar una nueva época histórica de grandes migraciones en la que ahora seríamos nosotros, Europa y Norteamérica, los constructores de vallas y muros, los dispensadores de fusiles contra los pueblos contra los que ya habíamos disparado durante los quinientos años anteriores. Quince años después, en 2013, lo sentenciaría así el recientemente fallecido Tzevan Todorov: “El miedo a los inmigrantes, al otro, a los bárbaros, será nuestro gran primer conflicto en el siglo XXI”.

Esta intuición inicial iba acompañada tanto de experiencias personales y colectivas de compromiso social como de profundas relecturas de la poesía hebrea del Antiguo Testamento, de los evangelios cristianos, de las suras del Corán y de ciertas tradiciones poéticas latinoamericanas, así como de una reflexión no-concluida sobre las posibilidades de una dicción épica en nuestras literaturas y en este nuevo ciclo histórico, al menos para la historia cotidiana de tantas mujeres y hombres. Todo ello dio origen a la primera versión de "La marcha de 150.000.000", que por entonces ya contaba con 12 cantos.

Una copia de esos cantos llega a las comunidades campesinas de Arcatao (en El Salvador, Centroamérica) y "Felipe", un jesuita indio que había formado parte de las guerrillas guatemaltecas, me escribe entonces una carta para pedirme esto:

«...Me gustaría leer, compañero, sobre su marcha interna que acompaña, indudablemente, con carne y sangre, esa marcha de los 150.000.000. Además, que cantara la canción de los que se quedan haciendo la resistencia de la vida, porque –según creemos muchos– de aquí se van generando verdaderas alternativas para la esperanza, que alcanzarán a aquellos que han marchado»

Este reto databa de 1993. Tiene el sabor de la Teología de la Liberación.

La tarea la asumí como un encargo que habría de ocuparme en la modulación de hasta 55 cantos, en 5 secciones y casi 5.000 versos.

Y tardé 15 años en cumplirlo.




[] Vivo horrorizado por la posibilidad de pronunciar un mundo sin nombres. El poema incorpora en los laterales de su cuerpo más de 300 notas sin las cuales creo que los versos no podrían respirar, a no ser que un poeta deseara entonces cantar en un mundo mudo.

En un panfleto que publiqué bajo el título El amor, la ira: escritos políticos sobre poesía (2006) me manifesté, así, al respecto del porqué de estas notas:

Debido al asombroso éxito de las tácticas de invisibilización de la propaganda a la que se enfrenta, un poeta político no debería dar por supuesto el hecho improbable de que los lectores conozcan por entero el mundo en el que viven.
Por ello, en ocasiones la poesía política ha de ser anotada.
En otras, sin embargo, la consignación de determinados hechos ha de ser presentada de tal modo que coloque al lector en una posición de continuo extrañamiento.
Poema tras poema, el poeta político ha de valorar el posible grado variable de ingenuidad en la conciencia del tipo de público al que busca dirigirse.
Y a mayor ingenuidad, se intensificarán las técnicas retóricas de distanciamiento, reduciéndose al máximo posible los recursos literarios que tiendan a una identificación.

O sea, una vuelta de tuerca más para una de las paradojas que creo envuelven a la poesía contemporánea en un mundo como este: la de que la palabra poética, aun potenciada en todos sus posibles desarrollos, se acabaría revelando como insuficiente en el momento de tener que cantar "La marcha..." junto a los hombres y mujeres con quienes yo compartía mundo. 

Ante esa encrucijada, esta pista de Francis Ponge me habría de llevar todavía más aún hacia el ejercicio de la notificación: «es el vínculo entre la palabra y el poder, el que obliga al poeta a buscar salida en lo real».

( ... "Notificaciones": el título, por cierto, de un poema posterior a "La marcha..." y que acabaría siendo musicalizado por Niño de Elche y más tarde llevado a film por Isaías Griñolo. Vivo horrorizado por la posibilidad de pronunciar un mundo sin nombres: "Notificaciones"...)




[] En su imprevisible trayecto de investigación política y musical, y de nuevo atizado por lo que él llama "desplazamientos", Niño de Elche estaba haciendo una lectura completa de "La marcha de 150.000.000" en la época en que ya había musicalizado (entre otros poemas de otrxs tantxs compañerxs) mi "Canción del levantado" para su disco Voces del Extremo. Yo creía que su próximo trabajo iría a acabar en manos de la obra de Ernesto Cardenal, pero me confesó que "La marcha" había sido el único libro de poesía que él había necesitado leer en voz alta.

Aquí quiero indicar algo que durante estos 25 años se ha vuelto importante. A través de sus estrategias de escritura y dicción, el libro-poema estaba concebido de manera que el lector se sintiera forzado, más tarde o más temprano, a empezar a recitarlo en voz alta o, por lo menos, a susurrarlo o a silabearlo. Cuando esto se produce (y no es pocas veces), el poema ya no es mío y no me pertenece: en ese preciso momento lo es ya enteramente de ese lector. Es, de hecho, un "canto", no lo olvidemos, y por eso mismo (y entre otras muchas consecuencias) el texto permite la creación de las llamadas "obras derivadas" (entre ellas, filmes, ediciones en papel del poema, musicalizaciones).

Esa es la razón por la cual, en la composición de los 8 temas del disco Para Quienes Aún Viven (e incluso en su concepción misma como 'obra de arte total', en la que han intervenido --además de la gente de Exquirla-- diseñadores artísticos, pintores y videocreadores como Murdo Ortiz o Jorge García Escalona), yo no intervine nunca, salvo para grabar con mi voz el recitado del primer corte y solamente por petición de Exquirla. E incluso para ese primer tema, Niño me pasó los versos de "La marcha" que yo había de recitar: los había elegido (extraído y montado de nuevo) él mismo, junto a sus compañeros de la banda.

Por eso también me encanta que los sucesivos editores del libro (Ignacio Escuín, Alfonso Serrano, Fabio de la Flor...) hagan con el texto lo que mejor les parezca, puesto que también de ahí, de concretar esa nueva 'obra derivada' que es todo libro en papel, ha de resultar una nueva recreación.

Para Quienes Aún Viven es, pues, una obra artística enteramente de Exquirla, aunque en su dimensión textual se base en cantos diversos de mi libro-poema. El resultado es, a mi juicio, deslumbrante y artísticamente renovador.

Pero eso habrán de juzgarlo ahora miles de personas.