en las revistas "Mondo Sonoro" y "RockDeLux"

MS marzo 2017:
   



RdL nº 360:

ÁLBUM (2017)

EXQUIRLA Para quienes aún viven

Superball Music

Quienes hayan seguido, con más o menos atención, los pasos de Francisco Contreras ya saben que Niño de Elche no es un cantaor al uso. Siempre haciendo equilibrios sobre proyectos de riesgo, lo mismo le canta a Miguel Hernández que a Francis Bacon, propone elaboraciones de raves con sustrato subversivo o se merienda sin cocinar el “White Rabbit” de Jefferson Airplane. El alicantino no quiere oír hablar de límites en el arte y siempre está dispuesto a meter su voz en las colaboraciones más insospechadas. La nueva prueba la tenemos en este “Para quienes aún viven” de Exquirla, un mano a mano con Toundra, el cuarteto madrileño que, desde su debut en largo en 2008, se ha ido haciendo un hueco cada vez más amplio en el panorama del rock instrumental.
La idea de este colaboración se empezó a gestar en El Puerto de Santa María en la edición 2015 del Monkey Week y se ha ido cociendo sin prisas y sin aspavientos. El disco se grabó en los Ultramarinos Costa Brava durante el otoño del año pasado, con el siempre fiable Santi Garcia en tareas de producción. La base lírica parte de “La marcha de los 150.000.000”, un monumental poema en cinco partes del valenciano Enrique Falcón que tuvo su edición definitiva en 2009 y que acaba de ser reeditado por la editorial Delirio.
La voz del propio Falcón –uno de los poetas presentes en “Voces del Extremo” (2015), el anterior largo de Contreras– se encarga de abrir el pórtico de un disco que se nutre de unos versos de denuncia que dan voz a los desheredados de la Tierra, lírica de conciencia crítica y comprometida que mira de frente a los postulados de la Teología de la Liberación.
El marco sonoro para las declamaciones del Niño se concreta en largos desarrollos instrumentales –cinco de los ocho cortes superan los ochos minutos de duración; los dos últimos rebasan los diez– con las guitarras de David López y Esteban Girón guiando los subidones climáticos de las composiciones, muy en consonancia con “IV” (2015), el disco de Toundra donde la depuración de su sonido llegó, por ahora, a su expresión máxima.
Entre inmensos panoramas sonoros que remiten a los sospechosos habituales –Mogwai, Explosions In The Sky, Pelican...–, la voz se integra en un segundo plano –algo que dificulta, en primeras escuchas, la comprensión de los textos–, convirtiéndose en una especie de eco casi religioso que nos envuelve y acongoja con sus proclamas de violencia, pobreza y represión. Hay cumbres de una intensidad aterradora: “Hijos de la rabia”, las detonaciones noise de “Un hombre”, la apoteosis final de “Europa muda” (escrita sobre el sitio de Sarajevo, revela toda su angustia contemporánea en versos como “Europa muda, el cementerio blanco donde puede terminar el ahogado sus cánticos dormidos”).
Olvídense de comparaciones con “Omega” o los ensayos flamencos de Los Planetas y entren sin prejuicios en este lienzo de rigurosos vaivenes climáticos.