La colaboración musical de la década...

 

 

Mis once discos de la década en España

Un blog para melómanos - Jesús Martínez Sevilla - 29 de Enero de 2020

La colaboración musical de la década. 

Toundra ya parecían haber dado su obra maestra con III, mientras que Niño de Elche apenas empezaba a enseñar la patita y no sabíamos gran cosa de él después de la grata sorpresa que había sido Voces del Extremo (2015). Una colaboración entre ambos sonaba… intrigante. Pero sobrepasaron cualquier posible expectativa con este mastodonte sonoro. En parte, el impacto tiene que ver con el tercer actor que da forma a Exquirla: el poeta valenciano Enrique Falcón y su poema épico La Marcha de 150.000.000, una reinterpretación materialista de la escatología cristiana a principios del siglo XXI desde la perspectiva de los desposeídos del Sur global. Son sus textos los que recita Niño de Elche, y la potencia lírica que poseen (“porque nada sé de ti/ que no sea el paso de los bueyes por el rostro”; “un hombre está muriendo y no hace ruido”; “oíd: tú eres la muerte que mece mi boca”) resulta ideal para la capacidad expresiva de esa prodigiosa y versátil herramienta que es la voz del exflamenco. 

Al mismo tiempo, resulta un acierto absoluto que el disco empiece con la voz del propio Falcón, en “Canción de E”, poniéndonos los pelos de punta con su solemnidad (“E comió por fin tierra/ Ya es el tiempo. Ya no hay miedo/ Que la marcha arranque”). Por su parte, Toundra componen canciones largas, de construcción lenta pero explosiva, más oscuras que nunca. Los contrapuntos de las guitarras buscan más generar tensión e incomodidad que crear armonías; la sección rítmica suena robusta, poderosa. La repetición salmódica de algunos versos se replica también instrumentalmente: ciertos pasajes suenan en bucle hasta que consiguen inducir un estado cercano al trance. 

Todo ello para hablar de algo tan duro como la vergonzosa y criminal política exterior y migratoria de la Unión Europea: por un lado sometemos economías extranjeras a nuestros deseos, por otro financiamos y formamos los aparatos represores de esos Estados, y por último dejamos ahogarse a quien intenta escapar del infierno de nuestra creación. “No sobran ni dos balas más de tiempo/ en vomitar tu nombre, Europa”, concluye el disco, y los cuerpos se quedan conmovidos por la sacudida, y deseosos de hacer algo para cambiar esa realidad.