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En los años ochenta y noventa, algunos sabíamos que un libro como éste podía escribirse entre nosotros: pero alguien tenía que demostrarlo. Un libro entre la alucinación y el llanto, entre el salmo y la insurrección; un libro a horcajadas entre la compasión y la ira, un altar de resistencia y esperanza; un libro que se atreve a intentar acoger toda la miseria del mundo, un grito profético sin una gota de demagogia; un libro quizá excesivo, si la España de BMW y Tele5 resulta ser a la postre el país que prevalezca (pero hay que creer que no, esperar que no). Enrique Falcón ha escrito este libro.
Esto no es poesía, dicen los registradores mercantiles del espíritu. ¿Es esto poesía? A la poesía no se le da un ardite. (Pero ella se acuesta aquí, desayuna aquí, lava su ropa aquí, amamanta aquí, agoniza aquí).
Apertura
radical: éste es un libro vuelto del revés, que muestra a un tiempo el
adentro y el afuera, es un libro trágicamente volcado. Nos habla de lo
que no queremos ver, lo que preferíríamos no escuchar, lo que
somos.
Si tuviera
que detener una imagen de este libro –rápido y torrencial, fértil en
ellas–, quizá ésta: las manos con agujeros por donde asoma el hombre.
No nos dejemos arrebatar estas manos horadadas.