Escribe Enrique Villagrasa…


…en el nº 420 de 2C, suplemento cultural
de "La Opinión de Tenerife" (enero de 2009):


Creo que fue en el congreso de poesía celebrado en Cambrils (Tarragona), en abril del 2003, cuando la viuda de Blas de Otero alabó la poesía de Enrique Falcón, citando su poemario río La marcha de 150.000.000. Hace unos meses recibí su antología poética Para un tiempo herido (Amargord) y hoy me ocupo de Taberna roja (Ed. Baile del Sol, 2008), que es el último libro del, tal vez, máximo representante de la actual poesía política en lengua castellana. 
El poemario está divido en cinco calculadas secciones por las que se nos va conduciendo a través de los gestos actuales de un espacio/tiempo significado por que “nuestros valores-poetas han preferido que nuestra literatura no quisiera relacionarse con la verdad de los hechos. De haberlo preferido, sólo las víctimas podrían refrendar tal búsqueda”. En diversas ocasiones ha denunciado el autor todo esto y mucho más, porque sus versos son siempre testimonio de lo que vieron en un momento cómplice de nuestra vida, cuando aún nos queda voz para gritar la denuncia, cual franciscano primero. Así, el poemario se estructura de forma que tienen cabida los poemas de antes y de después, y leídos en diversas y siempre numerosas asambleas, colectivos políticos, foros sociales y demás eventos públicos en los que hacen participar al poeta.
Toda su escritura parte de la convicción de que el actual control global opera mediante las armas, el dinero y la adormidera donde nos sumergen. Así, en la parte central del poemario, el poeta sitúa esa constatación mediante un símbolo fecundamente poderoso: la codeína, un alcaloide similar a la morfina que se encuentra de manera natural en el opio y que, en medicina, forma parte del grupo de los analgésicos narcóticos y posee propiedades sedantes. ¿Puede haber un medio más significativo para el momento actual de la vida? Tal vez, nuestro tiempo sea un tiempo de y para el miedo. Por eso esta voz llega fuerte y clara para despertarnos del consenso. Hay que gritar la verdad: no la de ellos, sino la verdad que perseguimos, pues “Ocurre que existe la injusticia, / su sal en el aullido / sin más temblor que la esperanza”.