Creo que fue en el congreso de poesía celebrado en
Cambrils (Tarragona), en abril del 2003, cuando la viuda de Blas de
Otero alabó la poesía de Enrique Falcón, citando su poemario río
La marcha de 150.000.000. Hace unos meses recibí su
antología poética Para un tiempo herido (Amargord) y hoy
me ocupo de Taberna roja (Ed. Baile del Sol, 2008), que es
el último libro del, tal vez, máximo representante de la actual
poesía política en lengua castellana.
El poemario está divido en cinco calculadas
secciones por las que se nos va conduciendo a través de los gestos
actuales de un espacio/tiempo significado por que “nuestros
valores-poetas han preferido que nuestra literatura no quisiera
relacionarse con la verdad de los hechos. De haberlo preferido, sólo
las víctimas podrían refrendar tal búsqueda”. En diversas
ocasiones ha denunciado el autor todo esto y mucho más, porque sus
versos son siempre testimonio de lo que vieron en un momento cómplice
de nuestra vida, cuando aún nos queda voz para gritar la denuncia,
cual franciscano primero. Así, el poemario se estructura de forma
que tienen cabida los poemas de antes y de después, y leídos en
diversas y siempre numerosas asambleas, colectivos políticos, foros
sociales y demás eventos públicos en los que hacen participar al
poeta.
Toda su escritura parte de la convicción de que el
actual control global opera mediante las armas, el dinero y la
adormidera donde nos sumergen. Así, en la parte central del
poemario, el poeta sitúa esa constatación mediante un símbolo
fecundamente poderoso: la codeína, un alcaloide similar a la morfina
que se encuentra de manera natural en el opio y que, en medicina,
forma parte del grupo de los analgésicos narcóticos y posee
propiedades sedantes. ¿Puede haber un medio más significativo para
el momento actual de la vida? Tal vez, nuestro tiempo sea un tiempo
de y para el miedo. Por eso esta voz llega fuerte y clara para
despertarnos del consenso. Hay que gritar la verdad: no la de ellos,
sino la verdad que perseguimos, pues “Ocurre que existe la
injusticia, / su sal en el aullido / sin más temblor que la
esperanza”.