(…) Tras darse a conocer con El día que me llamé Pushkin
(1992), Enrique Falcón inició en 1994 una oceánica aventura creativa
que, bajo el título de La marcha de 150.000.000, concreta su
disidencia en una «poesía de la conciencia crítica» (en formulación de
Manuel Rico) que no se resigna a padecer un mundo objetivamente
insoportable. En su escritura, alentada por una plétora épica de
irisaciones genesíacas y propuestas solidarias, soplan los vientos del Cántico
cósmico de Ernesto Cardenal y, más atrás, del Canto general
de Neruda, sin renunciar a la exposición de una intimidad que
contradice la ecuación que mantuvo la poesía social de postguerra entre
protesta y realismo documental. En la poesía de Falcón resuenan, por el
empaque de su inspiración, ecos de los profetas antiguotestamentarios, y
de sus versos y versículos no está ausente el propósito totalizador de
las grandes epopeyas intelectuales como la del latino Lucrecio. La
indesmayada sucesión de letanías, dispuestas en el avance imparable de
una peculiar marcha contra el Imperio de lo establecido, es
zarandeada a menudo por quiebras de la continuidad discursiva, de la que
son testimonio las notas al margen, a cuya condición explicativa se
añade la función de sacudir al lector de la rutina en que pudiera
sumirlo un ritmo que se amplifica en irradiaciones musicales, cadenas
anafóricas y recitativos envolventes. El talante colectivista y
comunitario, al que sirven de contrapunto las incursiones en un lirismo
interior que proporciona al lector «una ocasión para temblar» (Méndez
Rubio), encauza la escritura hacia territorios de la enunciación, de la
escrutación de la realidad y de la denuncia, convocando a las masas de
los desheredados para que sirvan como ejemplificación de la conciencia
frente a las praderas amuralladas del norte. La primera irrupción de
este cántico contenía en su interior sólo el nudo (El saqueo)
de un empeño que ha ido paulatinamente abriéndose hacia el espacio de
los desheredados, y del que surgen brotes sucesivos publicados o en vías
de publicación: Los otros pobladores, Para los que aún
viven, La caída de Dios, Canción de E. Por su
propio vitalismo dinámico, La marcha de 150.000.000 es un
edificio en construcción, cuya permanencia se funda, paradójicamente, en
la provisionalidad de su reescritura constante (…)